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Espartero por Antonio María Esquivel. |
Hubo
un momento fugaz en la agitada historia española del siglo XIX en que Albacete
fue transitoria corte del Regente del reino. Así, en efecto, durante trece días
de los meses de junio y julio de 1843, se instaló en Albacete, el cuartel
general del regente Baldomero Espartero,
junto con un séquito de unos 6.000 soldados, tras haber abandonado Madrid en su
propósito de sofocar los múltiples puntos de pronunciamiento moderado contra su
gobierno.
En
su Episodio nacional “Bodas reales”
(1900), Benito Pérez Galdós se
refiere a esta desconocida estancia de Espartero en nuestra ciudad en los
últimos compases de su regencia. En la línea de los historiadores liberales de
la segunda mitad del XIX, para el gran novelista, estos días de quietud del
Regente en mitad de un efervescente conflicto nacional habrían de merecer un negativo
juicio: “Salió el hombre [Espartero],
tomando la vuelta de Albacete, donde se paró en firme, con aquella pachorra
fatalista que en otros tiempos había sido la pausa precursora de sus grandes
éxitos y ya era como la calma lúgubre que antecede a las tempestades. (...) En
su parada fatalista de Albacete, Espartero padeció la mayor equivocación de su
vida”. [1]
En
el presente artículo, nos proponemos esclarecer las circunstancias aludidas por
Galdós en este Episodio nacional, a la luz de los datos procedentes de la
prensa de la época y la historiografía decimonónica posterior, con especial
atención a la obra de tres notables historiadores de estirpe liberal, cuales
son José Segundo Florez, [2]
Antonio Pirala [3]
y Manuel Marliani. [4]
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Duquesa de la Victoria por José de Madrazo, 1842. |
1.- MOTIVOS DE LA MARCHA
DEL REGENTE. Según opinión general de los
citados historiadores, la salida de Madrid del Regente al frente de una considerable expedición militar no obedecía,
principalmente, a un plan de operaciones bélicas para combatir a los sublevados
de Valencia y Barcelona. La verdadera causa, al parecer, se debió a una
maniobra de dispersión de tropas a fin de evitar un enfrentamiento entre la
fiel Milicia Nacional de Madrid y las tropas expedicionarias, de dudosa lealtad
a Espartero. El historiador Pirala expone esta cuestión con las siguientes
palabras: “La marcha del regente fue
también para llevarse las tropas que había en Madrid, e impedir un choque con
la milicia que hubiera producido un grave conflicto y mucha sangre, y no quería
el regente que se derramara una gota de la de aquellos nacionales que tantas
pruebas de verdadero afecto le daban, y a quienes tanto consideraba”.
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Isabel II de niña hacia 1840. |
2.- COMPOSICIÓN DE LA
DIVISIÓN EXPEDICIONARIA. Según el biógrafo Segundo Florez, el Regente
partió de Madrid con la siguiente comitiva: “Acompañaban
al Conde-Duque en su expedición los ministros de la Gobernación de la Península
y de la Guerra, el inspector Linage y un Estado Mayor brillante. Seguíanle
algunas tropas de todas armas”. De esta forma, las principales figuras
políticas de la expedición serían Agustín
Nogueras (Ministro de la Guerra), Pedro
Gómez de la Serna (Ministro de la Gobernación de la Península) y Francisco Linage (inspector general de
milicias y persona de confianza de Espartero).
Según
estimaciones del historiador Marliani, las fuerzas expedicionarias estarían
compuestas por unos 5.885 soldados, agrupados en cuatro regimientos de
infantería y el regimiento de caballería “Húsares de la Princesa”. A juicio del
mismo autor, se trataría de un ejército formado por “tropas medio insurreccionadas, o a lo menos llevando en sí los
elementos de la sedición”.
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Espartero con Isabel II en 1842. |
3.- INCIDENTE EN LA
RODA. En consonancia con el advertido escaso entusiasmo de este
contingente militar, la marcha desde Madrid estaría salpicada de continuas
manifestaciones de descontento a lo largo de la ruta. En Ocaña, Corral de
Almaguer, Mota del Cuervo, El Provencio, etc. se produjeron episodios de
indisciplina, como el ocurrido en La Roda, que narra Pirala en los siguientes
términos: “Supo el regente que entre los
equipajes de algunos oficiales se hallarían las pruebas de su connivencia con
la insurrección, y mandó que al llegar a La Roda, pueblo muy liberal, se
registrasen aquello y se castigara con arreglo a ordenanza a los delincuentes;
pero el ministro de la Guerra, Nogueras, encargado del cumplimiento de esta
orden, más bien por generosidad que por debilidad, no usada esta nunca en aquel
general siempre decidido, omitió el registro y se contentó con separar a algunos
oficiales, dándoles pasaporte para Madrid”.
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Espartero a la entrada de Vergara. |
4.- ENTRADA DE ESPARTERO
EN ALBACETE. La llegada
de Espartero a Albacete no estuvo tampoco exenta para el Regente de ciertas
dificultades ya que nuestra ciudad se había sumado a la oleada de pronunciamientos
moderados el día 12 de junio. Así, en la víspera de la entrada de Espartero en
la capital albaceteña, el diario moderado “El Católico” de Madrid informaba acerca
de la frustrada gestión de un batallón enviado de vanguardia para rendir la
plaza: “En el día de hoy ha llegado el
duque de la Victoria á la Roda de donde es probable no salga tan pronto como
pensaba, pues se han recibido fatales nuevas en el cuartel general. Un batallón
que mandaron de vanguardia para explorar el estado de esta ciudad [Albacete] ha
entrado en conferencia con nuestra junta y unídose al fin al pronunciamiento.
Este batallón ha salido con destino á Valencia, quedando en ésta [Albacete]
cuatro compañías y la Milicia Nacional, cuyas fuerzas con la junta se han
dirigido en este día á las Peñas de San Pedro y castillo de Chinchilla”. [5]
A las puertas de Albacete, por lo tanto, veía
el Regente cómo un escuadrón de su comitiva se pasaba al bando
moderado, a la vez que la junta y la tropa pronunciadas en Albacete, lejos de
rendirse o sumarse al ejército de Espartero, se retiraban a los cercanos
fuertes de Chinchilla y Peñas de San Pedro. No obstante, el Regente entraba al
día siguiente, 25 de junio, en Albacete, acompañado de las autoridades de la
ciudad anteriores al pronunciamiento, que habían huido de la capital y salido
en busca de su socorro en La Roda.
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Entrada de Espartero en Bilbao. |
La entrada en nuestra ciudad no debió ser
muy gloriosa si juzgamos por las crónicas publicadas en la prensa moderada de
la época: “Albacete 25 de junio.
Son las once de la mañana y acaba de entrar en esta ciudad el duque de la
Victoria, en un coche-diligencia, precedido de cuatro batidores y seguido de
una mitad de caballería: no puedo asegurar á Vds. quienes le acompañaban porque
S. A. no se ha detenido un momento, y solo he podido ver al señor [Venancio]
Gurrea. Se ha hospedado en la casa del señor [José] Alfaro [Sandoval], sugeto muy adicto al
Regente, y que ya otra vez le ha tenido en su morada. En el tránsito desde la
puerta de la población hasta la casa no se ha oído más que un solo viva,
contestado por algunas de las pocas personas que han ido a ver la entrada
triunfal del Pacificador. Después S. A. no se ha dejado ver en el balcón como
otras veces, sin duda por no sufrir el desaire que le hubieran hecho los que en
otras ocasiones le victoreaban”.
[6]
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Retrato de José Alfaro Sandoval. |
Suponemos
que “la casa del señor Alfaro” donde
se hospedó el Regente debe tratarse del domicilio del político liberal
albaceteño José Alfaro Sandoval
(1802-1865), sito en la calle Feria, número 3, el mismo caserón en donde había
nacido el Marqués de Molins en 1812.
La
cruda descripción de la desairada entrada de Espartero en nuestra ciudad
contrasta con la voluntariosa versión oficial del mismo suceso, ofrecida en “La
Gaceta” de Madrid el 27 de junio: “A las
diez y media de esta mañana llegó S. A. el Regente del Reino á esta capital
[Albacete], en la que fue recibido con el mayor entusiasmo por el pueblo y
Milicia nacional, desmintiendo de este modo la idea equivocada que pudo
formarse del buen espíritu de la población por los últimos acontecimientos que
tuvieron lugar el 12 [de junio] del corriente. La despedida de La Roda y el
tránsito por La Gineta fueron, como era de esperar, en extremo interesantes.
Ambas poblaciones, sin distinción de clases ni de sexos, agrupadas á la
inmediación de S. A., y sin dejarle apenas transitar, con millares de vivas y
aclamaciones bendecían su nombre, apellidándole el padre del pueblo, el
defensor de las libertades españolas y el conquistador de la paz”. [7]
Desde
luego, a la vista de cuadros tan dispares, no cabe menos que concluir que la
guerra propagandística era un arma bien engrasada en la España del siglo XIX.
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Bandera de la Milicia Nacional de Albacete de 1841. |
5.- DISOLUCIÓN DE LA
MILICIA DE ALBACETE. Los autores decimonónicos consultados consignan,
al unísono, las medidas represivas que Espartero aplicó con los sublevados de
Albacete, acción, a juicio de estos cronistas, muy alejada de las grandes
resoluciones que la situación requería. El biógrafo Florez calificaría estas
medidas como “ofensa a la Milicia
nacional de Albacete”, tras narrar estos sucesos en los términos siguientes:
“Habíase pronunciado esta capital [Albacete]
el 13 [de junio] al saber lo de Valencia; y si bien no había imitado a los
insurrectos de esta ciudad, ni en los crímenes, ni en las exigencias
reaccionarias, puesto que los de Albacete invocaban la Regencia de Espartero
hasta el 10 de octubre de 44, un decreto impolítico del 27 declaraba disuelta y
desarmada su Milicia, cerrando aquí ya el Regente o su gobierno, en este primer
paso, todo camino a la conciliación entre los liberales pronunciados y no
pronunciados”.
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Espartero con uniforme de coronel de caballería. |
Según
el unánime parecer de estos historiadores, lejos de negociar una solución
moderada con los sublevados en Albacete, el Regente disolvió y desarmó a la
Milicia Nacional de nuestra ciudad el día 27 de junio, mostrando una grave
falta de tacto con una ciudad que se había sublevado sin violencia y con
aceptación de su regencia hasta que la reina Isabel II cumpliera los 14 años,
el 10 de octubre de 1844, según el plazo previsto por la Constitución vigente
de 1837. [8]
En
la misma línea de subrayar la torpeza del Regente, en los primeros días de
julio de 1843 la prensa moderada de Madrid daba noticias alarmantes sobre el
malestar de la población albaceteña: “Se
hacen muchas prisiones en Albacete y muchas destituciones, y se abren muchas causas. Las familias más respetables
emigran y hay un descontento inexplicable”. [9]
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Toma del Castillo de Aliaga por el General O'Donnell en 1840. |
6.- ESCARAMUZAS BÉLICAS
EN TORNO A ALBACETE. En los días en que las tropas de Espartero
estuvieron detenidas en Albacete, hubieron de aliviar su inacción con hechos
bélicos de escasa relevancia, tales como rendir la compañía sublevada que
guarnecía el castillo de Chinchilla: “Según
comunicación del señor ministro de la guerra desde Albacete con fecha 27, (...)
se dice que el día anterior se había sometido sin condición ninguna la
guarnición del castillo de Chinchilla, que constaba de un capitán, dos
tenientes, dos subtenientes, y cincuenta y dos individuos de tropa del
provincial de Castellón, y un cabo de artillería”. [10]
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Espartero a caballo. |
En
cambio, todo intento de intimar la rendición a las fuerzas sublevadas en el
castillo de Peñas de San Pedro resultó infructuoso, dado que siempre era
rechazado con arrogancia. En cierta ocasión, incluso, la negativa además de
contundente resultaba amenazadora: “El
castillo de las Peñas de San Pedro sigue por los pronunciados, y el comandante
de él ha contestado que si le mandan otro parte para que se rinda, fusilará á
su conductor”. [11]
Una
importante preocupación del cuartel general de Espartero sería ocultar a sus
propias tropas de Albacete las verdaderas noticias sobre los retrocesos
militares de los generales fieles Martín
Zurbano y Antonio Seoane. El
historiador Marliani refiere estas precauciones de la siguiente manera: “Cada día traía nuevos desengaños sobre las
operaciones de aquellos dos generales, y se tomaban las mayores precauciones,
para que esas noticias no llegasen a oídos de las tropas estacionadas en
Albacete, cuya moral se hallaba muy predispuesta al desmayo”.
7.- CONSPIRADORES EN LA
PROVINCIA. Espartero había dictado severas instrucciones para impedir el
tránsito de pasajeros entre Albacete y Valencia, “de modo que desde Albacete hasta Almansa no pasa alma viviente”. [12]
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Joaquín María López en 1843. |
Pese
a tales medidas, el biógrafo Florez refiere que el significado político
antiesparterista Joaquín María López
logró pasar disfrazado desde su ciudad natal, Villena, hasta Madrid,
pernoctando en Tarazona de la Mancha y evitando la capital albaceteña y otros
pueblos de la provincia adictos al gobierno. Joaquín María López había sido
efímero Presidente del Consejo de Ministros de España en mayo de aquel año de
1843, cargo del que fue forzado a dimitir por Espartero y en el que sería
repuesto transitoriamente a la caída del Regente. En sustitución de López,
Espartero había impuesto como Presidente del Consejo de Ministros a su
candidato Álvaro Gómez Becerra,
quien no consiguió ser aceptado por el Congreso de los Diputados. No en vano,
el pronunciamiento contra Espartero se había producido en muchas ciudades al
grito del anodino lema “Viva el ministerio López”.
Por
cierto, que no podemos dejar de mencionar aquí a otro notable político y hombre
de letras que también conspiró en contra del gobierno de Espartero y estaba
especialmente vinculado a nuestra provincia por su ascendencia y nacimiento.
Efectivamente, nos referimos a Mariano
Roca de Togores, quien por peculiares circunstancias había nacido en la
misma Casa de Alfaro, en donde encontró
alojamiento el Regente durante sus atribulados días albaceteños.
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Capitán de Milicias en 1842. |
Ya
en una ocasión anterior, hemos reseñado la situación de abatimiento que en 1842
había inspirado al Marqués de Molíns el soneto “Mi patria”, en un contexto
personal de fallecimiento de su primera esposa y frustración del levantamiento
moderado de 1841, de cuya línea política sentíase partícipe.
Con
esta nueva ocasión del pronunciamiento de 1843, Roca de Togores habría de despertar
de su melancólico retraimiento, sintiéndose nuevamente atraído hacia la primera
línea de la acción política durante la siguiente Década Moderada (1844-54).
Así refiere el biógrafo del Marqués de Molíns
la metamorfosis experimentada por el ilustre albaceteño en la coyuntura histórica
de la caída de Espartero: “Así, cuando
casi toda España se levantó en armas, en 1843, contra la regencia del duque de
la Victoria, mediante la coalición de partidos opuestos, el diputado de 1840 [Mariano
Roca de Togores] reanimó su abatido espíritu, y abandonando su retiro, se
asoció en Murcia á aquel grave acontecimiento político, y hasta llegó á formar
parte de la Junta de salvación de Valencia, que así se llamaron las
corporaciones que lo dirigieron en las provincias”. [13]
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Capitán de Caballería en 1842. |
8.- DÍAS DE INACCIÓN EN
ALBACETE. El diario satírico “Fray Gerundio” describiría la caótica
situación nacional de la época en los siguientes términos: “... en España tenemos ahora dos gobiernos, uno á pié en la corte y
otro a caballo en Albacete, además de otros
innumerables gobiernillos supremos que hemos establecido recientemente en cada
ciudad de cada provincia”. [14]
En
efecto, pese a que el rumbo emprendido por su comitiva debía ser Valencia, el
Regente decidió instalar su corte ambulante en nuestra ciudad a la espera del
resultado de las operaciones militares a cargo de las tropas leales en la zona
de Cataluña. Poco tardarían en llegar las funestas noticias de la retirada de
las tropas de los generales Zurbano y Seoane, incapaces de controlar la
situación en Barcelona. A este contratiempo, habría de añadirse de inmediato la
novedad del desembarco en Valencia del general Ramón María Narváez, cabecilla de la sublevación moderada en contra
de Espartero.
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Espartero con un brigadier carlista. |
Mientras
estas noticias se sucedían, Espartero quedó estancado, paralizado en Albacete,
incapaz de tomar una resolución decidida en medio del torbellino de
adversidades. Esta inopinada inacción causó estupor en la prensa de la época: “Pero de repente la espedición triunfal se
detiene y para de todo punto; y llega á Albacete, y de allí no sale, ni se
mueve en muchos días; y el general Espartero con todo su prestigio, con todos
sus manifiestos no puede arribar á Valencia, porque la tropa le abandona, el
pueblo le asedia, la milicia nacional le combate, y en todas partes encuentra
enemigos que le salen al encuentro y le cortan el paso; y entretanto ese gran
político, ese famoso magistrado, ni avanza de miedo, ni retrocede, de
vergüenza, y ahí está clavado, petrificado, sin ejército, sin pueblo, sin el
cariño de los españoles leales”. [15]
Hubo
incluso prensa que se lamentaba de que el Regente, refugiado en su “vergonzosa guarida de Albacete”, no
hubiera respondido con su acostumbrado vigor:
“Qué ha hecho por ventura, bien para atajar la insurrección, bien para
intimidarla, sofocándola en un punto? Los boletines de su campaña se han
reducido casi á estas palabras: el Regente
continúa en Albacete”‘. [16]
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Firma de Espartero en el Convenio de Oñate. |
Los
historiadores liberales posteriores coincidirían, igualmente, en reprochar a
Espartero sus días de inactividad en Albacete, sin optar por avanzar sobre
Valencia, retroceder a Madrid, emprender otra vía alternativa... El biógrafo Florez expresaría así su
desconcierto ante la inacción de Espartero: “Pero
aquella inexplicable irresolución en que llegó a constituirse el jefe del
estado en Albacete, aquella mortal indecisión, tan poco conforme a sus hechos
gloriosos como general de los ejércitos, auguraban triste desenlace a tan
terrible crisis, y un término fatal a la Regencia”.
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Retrato de Baldomero Espartero. |
9.- EL ESTADO DE ÁNIMO
DE ESPARTERO. El historiador Pirala interpreta que Espartero
debía sentirse abatido y confuso por las numerosas defecciones en sus filas y
la fácil retirada de sus generales de confianza. En algún texto de la época, se
habla de que el Regente debía hallarse sumido “en una indecisión mortal y en una irresolución inexplicable”. [17]
Asimismo,
su biógrafo Florez juzga que “el
Conde-Duque parece como rendido en letal postración” y vaticina que “este quietismo (...) es signo présago de
ruina y de muerte”. El mismo autor refiere
que a quienes preguntaban al duque de la Victoria por la causa de su inacción, solía
responderles alegando que “él sólo era el
regente del Reino; que no era el general Espartero; que por lo mismo nada haría
sino lo que acordasen sus ministros”. Veamos cuál fue, finalmente, el
parecer o consejo de sus ministros en esta delicada coyuntura albaceteña.
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Firma de Espartero a bordo del Betis en 1843. |
10.- LA MARCHA HACIA EL EXILIO. De acuerdo con Florez, los
únicos ministros presentes en el cuartel del Regente eran los ya mencionados
Nogueras y Laserna, quienes, al cabo de unos días, animaron a Espartero a tomar
la “fatal resolución” de marchar
hacia Sevilla, al refuerzo de las tropas del fiel general Juan Van Halen. Este general estimaba “como obra fácil y segura la pacificación de las Andalucías si le
auxiliaban con más fuerzas” y, en respuesta a su solicitud y con el aval de
los ministros de su comitiva, Espartero se animó a dejar Albacete el 7 de julio
de 1843, “emprendiendo su postrera y funesta expedición a las provincias del
mediodía, cuando todos creían que su rumbo no podría menos de ser hacia
Valencia”.
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Espartero en Londres en 1846. |
Señala
el mismo Florez que otros representantes del gobierno en Madrid, como el Ministro
de Hacienda Juan Álvarez Mendizábal,
se pronunciaron en contra del proyecto de marcha hacia Andalucía, si bien su
dictamen llegó tarde para ser tenido en cuenta. Esta comunicación madrileña
manifestaba una opinión opuesta a la
expedición de Andalucía y la inactiva permanencia en Albacete, abogando por que
las tropas de Espartero reforzaran las fuerzas de Seoane en las inmediaciones
de Valencia. Sin embargo, esta notificación se emitió el día 8 de julio, un día
después de que Espartero hubiera emprendido su salida de Albacete.
Según
refiere Pirala, cuando se supo que, levantado el campamento de Albacete, el
Regente marchaba hacia Andalucía, Madrid
se quedó aterrada: “Se alejaba así el
ejército que más confianza inspiraba, de donde más necesaria se creía su
presencia, y al saberse en Madrid la marcha desde Albacete á Despeñaperros, se
consternó la capital”.
Partió,
pues, de Albacete Espartero con su militar comitiva en la madrugada del 7 de
julio de 1743, arribando en Balazote a las ocho de la mañana de aquel mismo día
y planeando continuar su marcha hacia El Bonillo en aquella misma jornada. [18]
A
las puertas de la amotinada capital andaluza, habría de llegar la expedición de
Espartero el día 23 de julio. “Tristísima
fue la marcha desde Albacete a Sevilla, donde encontraron a Van-Halen asediando
la plaza ...”, al decir del Episodio nacional de Galdós.
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El mercante inglés Malabar por William Clark, 1836. |
Simultáneamente,
los restos del ejército fiel del general Seoane quedaban desbaratados por las
tropas del general moderado Narváez en la incruenta Batalla de Torrejón de
Ardoz. Enterado de esta derrota, Espartero se apresuró a levantar el sitio de
Sevilla y dirigirse hacia la costa de Cádiz. Así, el día 30 de julio, arribó a la
bahía gaditana y se puso a salvo a bordo del vapor “Betis”, donde firmaría un
Manifiesto de protesta, antes de trasladarse al navío inglés “Malabar” y emprender
rumbo a su exilio londinense.
Mientras tanto, volviendo a Albacete, cabe señalar
que la normalidad anterior a la visita del Regente fue rápidamente restablecida
por las fuerzas moderadas. Así, según el historiador local Sánchez Torres, “al oscurecer del 12 [de julio] entró el
Comandante general de la vanguardia del ejército de Valencia don Antonio Buil,
y a la una de la madrugada ya estaba otra vez la milicia empuñando sus
armas”. [19]
Ya para aquel entonces, se habrían extinguido en
Albacete los últimos ecos del paso de aquella corte ambulante y aquella
población de 12.105 habitantes habría vuelto a aplicarse en su más modesta
aspiración de dotarse de los servicios e infraestructuras propios de una
capital de provincia.
[1] Benito Pérez Galdós, “Bodas reales”,
Capítulo IV.
[2] José Segundo Florez, “Espartero: Historia
de su vida militar y política”, Tomo IV, 1845.
[3] Antonio Pirala, Historia de la Guerra
Civil, Tomo VI, 1869.
[4] Manuel Marliani, La Regencia de D.
Baldomero Espartero, 1870.
[5] “El Católico” de Madrid, 7 de julio de 1843
(noticia fechada el 24 de junio).
[6] “El Heraldo” de Madrid, 28
de junio de 1843.
[7] “La Gaceta” de Madrid, 27 de junio de 1843
[8] Francisco Javier Sánchez
Torres, “Apuntes para la historia de Albacete”, 1916, página 1676: “El Duque de
la Victoria, que llegó aquí el 25 de Junio de 1843 mandó desarmarla por haberse
pronunciado, sin tener en .cuenta la adhesión a su persona, pues hay que
observar que el grito de nuestros paisanos al secundar el movimiento de 12 de Junio
fué «Isabel lI, Constitución de 1837 y Regencia del Duque de la Victoria»”
[9] “El Católico” de Madrid, 7
de julio de 1843 (noticia fechada el 3 de julio).
[10] “El
Castellano” de Madrid, 25 de junio de 1843.
[11] “Boletín de Noticias de la
Posdata”, 6 de julio de 1843 (según nota emitida con fecha de 2 de julio de
1843).
[12] “Boletín de Noticias de la
Posdata”, 6 de julio de 1843 (según nota emitida con fecha de 2 de julio de
1843).
[13] Francisco de Cárdenas,
“Biografía del Marqués de Molins, académico de número”, 1892, capítulo III.
[14] “Fr. Gerundio: periódico
satírico de política y costumbres”, 3 de julio de 1843.
[15] “La Posdata” de Madrid, 1
de julio de 1843.
[16] “El
Heraldo” de Madrid, 27 de julio de 1843.
[17] Galería militar
contemporánea, Tomo II, Segunda Parte, página 287. Madrid, 1846.
[18] “El Heraldo” de Madrid, 26
de julio de 1843.
[19] Francisco Javier Sánchez
Torres, “Apuntes para la historia de Albacete”, 1916, página 167.