El Pernales. |
El
bandolero sevillano Francisco Río
González, el Pernales (1879-1907) y su compañero de andanzas el Niño del Arahal fueron abatidos por
la Guardia Civil de Alcaraz el 31 de agosto de 1907 en el paraje del Arroyo del
Tejo, término de Villaverde de Guadalimar (Albacete). Ambos cadáveres fueron
posteriormente expuestos en el antiguo convento de Santo Domingo de Alcaraz y
recibieron finalmente sepultura en el camposanto de esta misma localidad.
Convertido
en verdadera obsesión para sucesivos ministros de la Gobernación, un ejército
de civiles había puesto cerco en tierras andaluzas a Pernales. En situación de
acoso tan insostenible, Pernales proyectaba una huida con su amante Concha Fernández
Pino a América desde el puerto de Valencia, hacia donde los bandoleros se
dirigían cuando encontraron la muerte en tierras albaceteñas.
Lámina de la muerte de El Pernales y el Niño del Arahal. |
Las
circunstancias de su espectacular persecución y dramática captura acabarían
convirtiendo a Pernales en figura legendaria definitivamente asociada a la
sierra de Alcaraz.
Portada de novela popular sobre El Pernales. |
En
bibliografía local, la Revista de Tradiciones Populares de la Diputación de
Albacete Zahora ha dedicado varios
números monográficos al personaje. Así, por ejemplo, en 1986, el número 12
ofrecía un extracto del extraordinario y novelesco libro de Florentino Hernández Girbal (1902-2002)
sobre los Bandidos célebres españoles
(1963).
En
2007, en el número 47 de la misma publicación, Antonio Matea Martínez dedicó un estudio al bandolero donde aclaró
algunos malentendidos geográficos relativos a las andanzas de Pernales por la
sierra albaceteña. No en vano, el autor ha sido uno de los promotores de la
edición anual de una senderista Ruta del Pernales.
Viñeta de Manuel Cifuentes. Revista Zahora, número 11. |
En
todas estas referencias culturales en torno a individuo de tan malas prendas,
echamos de menos los ecos literarios que, sin duda, en su época debió despertar
su alborotada existencia.
En
la presente entrada glosaremos brevemente las referencias literarias al
bandolero por parte de cuatro autores contemporáneos del Pernales. Dejaremos
aparte la reiterada sugerencia de que el personaje “El Plumitas” de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) en su
novela Sangre y arena (1908) esté
inspirado en la figura de nuestro bandolero.
En primer lugar de nuestra serie, el
dramaturgo madrileño Jacinto Benavente
(1866-1954) se refirió al Pernales en varios artículos de prensa recogidos en De sobremesa (1910, 5 volúmenes).
Portada de Zahora nº 12. |
“Y al hablar de bandidos, no lo
digo por el Pernales, que España en esto también apenas puede llamarse
civilizada, y bandolerismo es éste de lo más inocente y primitivo, como de
jácara ó romance; pero léase cualquier periódico de París, y como la cosa más
natural, sin comentarios y sin aspavientos, raro es el día que no traen sección
especial dedicada á las proezas de apaches, cambrioleurs, souteneurs y demás productos de una civilización
admirable”. (De sobremesa, tomo I, capítulo V)
En
un artículo posterior, a raíz del conocimiento de la muerte del Pernales, el
futuro premio Nobel de Literatura formula una profética e irónica reflexión:
El bandolerismo de Zugasti. |
Será sólo un nombre, pero es
preciso que ese nombre suene. Necesita de él mucha gente. El marido ó el hijo
de familia que se jugó en alguna feria las rentas cobradas, y al regresar, en
una carta de letra temblorosa: El Fulano me salió al paso... sale del suyo. El
administrador que ha de justificar distracciones, el pastor á quien se le
extravió alguna cabeza de ganado, el cacique que se vale del temido nombre para
amedrentar á enemigos molestos... No hay duda, un bandido es siempre de
utilidad pública. A pesar de la indudable identificación del cadáver, es de
creer que sólo ha muerto un fantasma, que volverá muy pronto con otro nombre,
con otra apariencia, pero siempre el mismo”. (De sobremesa, tomo I,
capítulo XVI)
En segundo lugar, el
gran novelista de origen cubano Eduardo
Zamacois (1873-1971), en sus Memorias
de un vagón de ferrocarril (1925), pone en boca de su personaje Doña
Catástrofe una ácida y hasta cínica reflexión sobre las peculiaridades del
bandolerismo hispano:
De sobremesa de Benavente. |
En tercer lugar, a Pío Baroja (1872-1956) tampoco hubo
de pasarle desapercibida la figura de Pernales y en el capítulo dedicado a
“Recuerdos de bandolerismo” de su novela Los
visionarios (1932) trazó una breve semblanza del Pernales en la que situaba
erróneamente el lugar de su muerte en la provincia de Sevilla:
Memorias de un vagón... de Zamacois. |
Más
adelante, Baroja vuelve a citar al bandolero de Estepa al asociarlo con otro de
su gremio conocido como “El Rondeño”:
““El Rondeño” tuvo amistades y
complicidades con un bandolero llamado ”Chisparría”, que, además de
contrabandista, se entendía con la gente del “Vivillo” y del “Pernales” para
robar en los cortijos de la sierra”. (Los visionarios, Libro Cuarto,
capítulo I)
Los visionarios de Pío Baroja. |
“Acabó con el bandolerismo del
campo andaluz, del que luego no hubo más que algún rebrote o eco, el último
siendo yo estudiante, el del Pernales, héroe de romances que se cantaban en las
plazas y plazuelas de Madrid con gran beneplácito de un público de criadas,
soldados y chicos que iban a repartir algo o a llevar recados. No he olvidado
una de esas trovas que se me pegó al oído. Refería el encuentro del Pernales
con un viejo labrador y terminaba así:
con muchísima energía,
y el Pernales que lo vido,
con franqueza le decía.
Es usté un viejo valiente
y ahora le digo a usté en serio
que está usté con el Pernales
que a ningún probe roba el dinero.
Yo sólo robo al que tiene muchos
millones
y es usurero”.
El Pernales tuvo un acompañante
que no le abandonó y murió con él al pie de un árbol, disparando contra la
Guardia Civil. A este acompañante fiel, que era un mozo andaluz de traza
egipcia, ancho de hombros y estrecho de caderas, le llamaban el niño del
Arahal, nombre con la esencia diríase de los alhelíes que cultivaban todas las
doñas Gertrudis en sus jardines secretos”.
Ya
en nuestros tiempos, en su reciente Sereno
en el peligro (2010) el narrador madrileño Lorenzo Silva (1966) recoge el episodio de la muerte de Pernales
desde una perspectiva inequívocamente favorable a la actuación de los guardias
civiles alcaraceños:
Sereno en el peligro de Silva. |
No
mencionamos en esta entrada los detalles del curioso encuentro entre el poeta sevillano
Fernando Villalón (1881-1930) y el propio
Pernales. Manuel Halcón (1900-1989),
primo y amigo del poeta, refiere la anécdota en sus Recuerdos de Fernando Villalón: poeta de Andalucía la Baja y ganadero
de toros bravos (1941). En su obra citada, Hernández Girbal reproduce resumidamente
el episodio narrado por Halcón.
Recuerdos de Fernando Villalón. |
“Remolino en el camino,
siete bandoleros bajan,
por los alcores del Viso
con sus hembras a las ancas.
Catites, rojos pañuelos,
patillas de boca de hacha.
Ellas, navaja en la liga;
ellos, la faca en la faja;
ellas, la Arabia en los ojos;
ellos, el alma en la espalda…”
Hasta
aquí un variado muestrario de los ecos literarios de la muerte de Pernales en
la serranía alcaraceña, de la mano de Benavente, Zamacois, Baroja, Corpus
Barga, Lorenzo Silva, etc.