viernes, 17 de agosto de 2012

La patria del Marqués de Molíns


Mariano Roca de Togores.
     Verdadero patriarca de las letras albacetenses, Mariano Roca de Togores y Carrasco (1812-1889)  nació el 17 de agosto de 1812 en Albacete, hace hoy justamente dos centurias.

A su nacimiento en nuestra ciudad, habría de referirse él mismo, años después, en uno de sus más celebrados poemas, el soneto “Mi destino”, en el que evoca su población natal en términos escasamente complacientes: “Campo estéril, mortífera laguna / Me vio nacer…”. Analizaremos detalladamente este soneto después de trazar una breve semblanza de la figura literaria de nuestro autor.

Las raíces familiares albaceteñas de nuestro autor se deben a sus abuelos maternos, al ser su madre hija única de la rodense MARÍA JOAQUINA DE ARCE Y LARA y del albaceteño FERNANDO CARRASCO Y ROCAMORA, Conde de Villaleal, Señor de la Villa de Pozo-Rubio, Señor de Molíns, etc.[1]

El insigne escritor albaceteño fue el menor de los cuatro descendientes del matrimonio formado por su padre el oriolano LUIS ROCA DE TOGORES Y VALCÁRCEL (1775-1828), conde de Pinohermoso, y su madre la albaceteña MARÍA FRANCISCA DE PAULA CARRASCO Y ARCE (1759-1848), hija de los antepasados mencionados anteriormente y por lo tanto heredera de los títulos de condesa de Villaleal, Señora de Pozo-Rubio, etc. [2]

A cuenta de sus diversos orígenes familiares, gozó la familia de nuestro autor de múltiples títulos, viviendas y haciendas repartidas entre Albacete y Orihuela. [3]

El conde de Pinohermoso y el marqués de Molíns a caballo. José Roldán, 1848.
El hijo primogénito de este matrimonio y hermano de nuestro autor, JUAN ROCA DE TOGORES Y CARRASCO, habría de ostentar con el tiempo los títulos paternos de Conde de Pinohermoso, Conde de Villaleal, etc. [4]

Por su parte, en 1848 Mariano Roca de Togores habría de ser distinguido por la reina Isabel II con los títulos de primer Marqués de Molíns y primer Vizconde de Rocamora en alusión a poblaciones alicantinas cercanas a Orihuela.

La residencia familiar oriolana fue el Palacio del Duque de Pinohermoso, sito junto a la catedral de Orihuela y convertido hoy en sede de la Biblioteca Fernando de Loazes. En su madurez, Mariano Roca de Togores habría de establecer su residencia oriolana en el Palacio de Tudemir, rehabilitado en la actualidad como Hotel Monumento. [5]

La casa solariega de sus padres en Albacete fue el desaparecido Palacio de Pinohermoso, situado en el Altozano. [6]

Fachada del antiguo Palacio de Pinohermoso en Albacete.
Sin embargo, por desavenencias temporales entre sus progenitores, Mariano Roca de Togores habría de nacer en el domicilio de unos parientes de su madre, en cuyo hogar presumiblemente había buscado cobijo la condesa de Villaleal durante una separación conyugal. No se conserva la casa del nacimiento del poeta, sita en el número 3 de la calle Feria, y en el edificio que ocupa hoy su lugar una polvorienta placa conmemorativa recuerda el hecho. [7]

En su Biografía del Marqués de Molíns (1891), su biógrafo Francisco de Cárdenas resumió así los primeros años de vida de nuestro ilustre personaje:

“En 17 de Agosto de 1812, cuando las armas francesas dominaban en España, vino al mundo en Albacete, el tercer hijo del conde de Pinohermoso y de la condesa de Villaleal, que se llamó D. Mariano Roca de Togores. Recibió su primera educación en el hogar paterno hasta que después de algunos años de paz y tranquilidad pública, lo mandó su padre á Madrid, para que hiciera sus estudios en el colegio de la calle de San Mateo, de célebre memoria, por haber sido profesores en él, el sabio don Alberto Lista y el eminente literato D. José Gómez Hermosilla”. 

En 1840, un amigo de nuestro autor, el poeta y dramaturgo riojano Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873), escribió en el álbum de la primera esposa de Mariano Roca de Togores un romance que comenzaba con una alusión al nacimiento albaceteño del Marqués de Molíns: [8]
 
“Nació de pie tu marido,  / según el dicho común,
porque hombre más venturoso / no nació del Norte al Sur.
Con ser hijo de Albacete / le alienta genio andaluz,
y no desdeñara Rioja / los sones de su laúd …"
 
El Marqués de Molíns por Madrazo.
El Marqués de Molíns desempeñó variadas y relevantes funciones políticas, diplomáticas y académicas… cuyas ocupaciones relegaron a un segundo plano de su actividad la creación literaria.

En su juventud madrileña, formó parte de la tertulia del Café del Príncipe, conocida como “El Parnasillo”, verdadero punto de encuentro de la joven generación de escritores y pintores románticos en los años 30 del siglo XIX.

Entre estos jóvenes bohemios, en 1837, destacó Roca de Togores como amigo íntimo de Larra en los postreros momentos de vida de “El Pobrecito Hablador”. Así, en su artículo “El último paseo de Fígaro”, nuestro autor habría de narrar las últimas andanzas del famoso suicida y en el entierro de éste habría de concluir la lectura de los arrebatados versos con los que Zorrilla se dio a conocer al mundo literario.

Reunión de poetas (detalle) con el Marqués de Molíns a la izquierda, de pie. Esquivel, 1846.
Años después, el pintor sevillano Antonio María Esquivel (1806-1857) representaría una tertulia de artistas románticos ya en su edad madura y en una posición social consolidada en su famoso cuadro "Reunión de poetas" (1846). En el centro de esta escena colectiva, aparece Zorrilla leyendo sus versos al lado del pintor Esquivel con su paleta y en torno de ambos se despliegan en semicírculo cuarenta significados representantes del romanticismo artístico y literario español. Junto a los veteranos Juan Nicasio Gallego, Quintana, el Duque de Frías, etc. se alinean otras figuras más jóvenes como Hartzenbusch, Gil y Zárate, Bretón de los Herreros, Patricio de la Escosura, Ros de Olano, el Duque de Rivas, Martínez de la Rosa, Ventura de la Vega, Mesonero Romanos, etc. En la escena faltan, sin embargo, dos grandes figuras románticas fallecidas prematuramente: Larra y Espronceda. En este conocido cuadro, aparece representado el Marqués de Molíns, en uniforme rojo, a la edad de 34 años, de pie y situado a la espalda de Francisco Javier de Burgos y Francisco Martínez de la Rosa, quienes se hallan sentados en primer plano.

Una lectura de Ventura de la Vega. Esquivel, 1845.
Roca Togores brilló por sus extraordinarias dotes diplomáticas como animador social de su círculo literario, compuesto, entre otros, por las figuras de las letras mencionadas en el anterior párrafo. Fueron célebres las tertulias artísticas de las que ejerció como anfitrión en su madrileña residencia del Palacio del Marqués de Molíns (hoy incorporado a las dependencias de la Real Academia de la Historia). Asimismo, destacó como promotor de la publicación de varias obras colectivas entre su círculo de amistades, tales como Las cuatro Navidades (1857) o el Romancero de la Guerra de África (1860).

Como hombre de letras, Roca de Togores cultivó todas las formas literarias en boga: artículos periodísticos, discursos académicos, memorias, opúsculos literarios, dramas históricos en verso, cuentos históricos, estampas costumbristas y, sobre todo, una variada e interesante obra poética.

Mariano Roca de Togores.
Su heterogénea y no muy extensa poesía se compone de cantos épicos, odas, epístolas, sonetos, romances (clasificados en históricos, descriptivos y jocosos), fantasías nocturnas y diversas letrillas y poemas ligeros.

Gran parte de su producción poética consistió en poemas de circunstancias y etiqueta: versos para el álbum de una dama, dedicatorias en ocasiones sociales, invitaciones festivas a amigos, justas poéticas con consonantes forzados, etc. 

En sus Obras poéticas, el mismo autor ofrece una explicación de cómo se gestaron alguna de sus composiciones:

“En las sesiones semanales del Liceo se sacaban a suerte temas para composiciones ligeras, que se hacían en un breve espacio y, leídas y juzgadas por un tribunal de damas, obtenía de ellas el autor premiado un ramo de flores”.
 
Entre esta larga serie de poemas de inspiración banal dedicados a damas de la aristocracia, eminentes literatos y variadas ocasiones sociales, a veces suenan acentos sinceros y profundos como en la “Improvisación en un banquete patriótico dado en París en celebridad del Convenio de Vergara” (1839):

“Mas si con furor violento,
Por saciar codicia extraña,
Pueblan los hijos de España
Uno y otro campamento;
Cuando el clarín llamará
A fratricida pelea,
Habrá quien vencido sea,
Pero quien triunfe no habrá…”

Nuestro poeta desarrolla, sin embargo, en ocasiones, originales visiones poéticas como las de sus fantasías “El insomnio” y “Los ensueños”:  [9]

“Vuela entre tanto do se agita inquieta
Dama gentil entre cendal y pluma
Y el velador delirio que la abruma
En tu vuelo fugaz cambia y sujeta…”

Asimismo, en sus romances jocosos y letrillas alcanza notable gracia y ligereza, singularmente en las décimas esdrújulas dedicadas a Larra “Lamentos de un poetastro”:

“Reniego del signo acérrimo
Que la manía frenética
Me inspiró de la poética
En este siglo misérrimo.
En él lo bueno y pulquérrimo
Es anómalo y ridículo…”

La voz del Marqués de Molíns, finalmente, se sitúa al nivel de los principales poetas románticos en las escasas ocasiones en que adquiere tonos personales y dramáticos. Así ocurre, por ejemplo, con los tercetos de sus “Recuerdos del expatriado” (1856), el soneto “El Gave de Orthéz en Béarne” (1852) y las redondillas del madrigal “El 31 de diciembre de 1851”:

“Se deshace nuestra vida
Como esa blanca nevada,
A la mañana formada
Y  a la tarde derretida.
Hoy la que en el monte cuaja
Sirve a dos años rivales;
Al que viene, de pañales;
Al que se va, de mortaja.
Los dos con la misma priesa
Van tras la propia fortuna;
El viejo hacia nuestra cuna,
Y el niño hacia nuestra huesa…”

En esta línea de sincero dramatismo cabe inscribir su más logrado poema, el soneto “Mi destino” (1842).  En esta composición, Roca de Togores ofrece una personal  interpretación del tema del dolor de España en la poesía del Romanticismo: [10]

“Campo estéril, mortífera laguna
Me vio nacer, y la yermada arena
Présago iluminaba de mi pena
Fúnebre rayo de sangrienta luna.

Trueno de muerte me arrulló en la cuna,
Cuando Castilla, al sacudir la ajena,
Forjaba ya la bárbara cadena
Que dio al Corso tirano la fortuna.

Mi primer tierno involuntario llanto
Unióse al llanto de la patria mía,
Y mis ojos lloraron su quebranto.

De entonces miran en la luz del día
Lúgubre antorcha de dolor y espanto,
Y amo a mi patria, y lloro su agonía”.

Fechado en 1842, el tono dramático de esta composición, en parte, puede deberse a la situación personal del autor, sumido en una profunda depresión desde el fallecimiento de su primera esposa a principios del referido año.

El Marqués de Molíns por Madrazo.
Sin embargo, no podemos dejar de interpretar este soneto a la luz de las circunstancias históricas en que fue concebido: poco tiempo después de la conclusión de la Primera Guerra carlista (1833-1840) y a los pocos meses de que el regente Baldomero Espartero (1841-1843) aplastara el levantamiento moderado de Leopoldo O’Donnell en 1841 con el fusilamiento de Diego de León y otros militares implicados. En parte, este soneto puede interpretarse como una poética manifestación de su autor a favor del partido liberal moderado, en el que había comenzado a militar activamente en 1837.

Sin embargo, Roca de Togores evita entrar en detalles partidistas y se limita a aludir vagamente a las circunstancias del momento, que se presentan como una continuación fatídica de la bélica coyuntura histórica de su nacimiento.

Adquiere así  el lamento del poeta un sentido más general y simbólico. La vida del poeta parece predestinada a desarrollarse en el desgarro sangriento de su patria: del “Trueno de muerte me arrulló en la cuna” en la Guerra de la Independencia (1808-1814) pasamos a la “Lúgubre antorcha de dolor y espanto” de los recientes enfrentamientos fratricidas.

El Marqués de Molíns en 1847.
La actitud del poeta en tales circunstancias ha sido el dolor por el sufrimiento de la patria: desde el inicial “Mi primer tierno involuntario llanto” hasta el “lloro su agonía” del último verso.

El sufriente destino del autor quedó sentenciado en el momento de su nacimiento, circunstancia que es presentada con característica adjetivación romántica: campo estéril, mortífera laguna, yermada arena, fúnebre rayo, sangrienta luna, etc.

No debemos perder de vista, sin embargo, que tras esta mención a oscuras fuerzas sobrenaturales, Roca de Togores alude a las circunstancias reales de su nacimiento en Albacete en 1812. La referencia cronológica a la guerra contra las tropas napoleónicas parece clara con la mención al “Corso”; la referencia al lugar donde vio la luz primera, sin embargo, se presenta en misteriosos términos: campo estéril, mortífera laguna, yermada arena… extensibles a todo el territorio de su dolorida patria. [11]

Ofrece, así, el autor una imagen de su Albacete natal como un lugar inhóspito y hostil: campos yermos, pantanosas llanuras sin drenar que serían frecuente foco de infecciones… Sobre este desolado paisaje albaceteño, Mariano Roca de Togores proyecta el fúnebre haz de luz de una sangrienta luna, componiendo así una tétrica estampa, capaz de presagiar las penas que para su patria reservaba el destino.


[1] En 1856 dedicó su extenso poema “El Corpus” a su “amadísima madre la Condesa de Villaleal”. Roca de Togores trazó la semblanza de su abuela materna en el personaje de la esposa del Calatravo en su novela La Manchega. Evocaría también las figuras de los abuelos maternos en su artículo “Una mañana junto a la Feria de Albacete” (1857). Andrés Baquero Almansa dedicó sendas entradas biográficas a ambos abuelos maternos del Marqués de Molíns en sus Hijos ilustres de la provincia de Albacete (1884).
[2] Luis Roca de Togores, padre de nuestro primer literato, fue activo defensor de la causa fernandina durante la Guerra de la Independencia contra el francés (1808-1814). A su costa había levantado un regimiento con el nombre de “Cazadores de Orihuela”, conocido popularmente como “Voluntarios de Pinohermoso”. En las páginas XXVII-XXVIII de su Prólogo a las Obras poéticas del Duque de Frías (1857), el Marqués de Molíns habría de evocar el papel de su progenitor durante esta guerra: “Permítase al autor de estas líneas una lágrima á la memoria de su padre (….) verificado el alzamiento de 1808, acudió adonde su honor y su patriotismo le llamaban, levantando con su influjo y manteniendo á su costa un regimiento, á quien dio el nombre de Cazadores de Orihuela, pero á quien la historia de aquellos días apellidaba siempre con el título de su coronel” .
[3] Un cuadro genealógico de la familia de Mariano Roca de Togores y Carrasco puede verse en este enlace:
[5]  Puede encontrarse información sobre los palacios de Orihuela en este enlace: http://www.enorihuela.com/palacios.html
[6] Pueden verse imágenes de este desaparecido palacio albaceteño en el archivo digital del Instituto de Estudios Albacetenses:
[7] Esta noticia del nacimiento fuera del hogar familiar y otras relativas al padre de Mariano Roca de Togores pueden verse en el artículo de Francisco Fuster Ruiz, “El alcalde que obligó a Fernando VII a dormir en Albacete (1814)”, revista Al-Basit, número 4: http://www.iealbacetenses.com/index.php?menu=6&ruta=&id=28&tipomenu= 
[8] Versos citados por Roca de Togores en el capítulo XXXV de su obra Bretón de los Herreros: Recuerdos de su vida y de sus obras (1883). La alusión a Rioja debe referirse al poeta barroco sevillano Francisco de Rioja (1583-1659).
[9]  “El insomnio” recuerda el soneto “Insomnio” de Gerardo Diego y algunos pasajes de “Los ensueños” encuentran eco en el comienzo de la rima LX de Bécquer, según la excelente valoración crítica de la poesía del Marqués de Molíns realizada por Ángel Romera: http://histomancha.blogspot.com.es/2011/09/historia-de-la-lirica-manchega-del.html
[10] En su excelente análisis de la obra poética del Marqués de Molíns, contenido en las páginas 217-230 de su estudio sobre La obra periodística de Don Mariaano Roca de Togores (Instituto de Estudios Albacetenses, 2005), Juan Belmonte Guardiola se limita a transcribir sin comentarios este soneto.
[11] En su artículo “Una mañana junto a la Feria de Albacete” (1857), el Marqués de Molíns se refiere a las actuaciones de su abuelo, Fernando Carrasco Rocamora, para solucionar el problema de las insalubres aguas estancadas en las llanuras en torno a la ciudad: el inicio de las obras del canal de María Cristina es recordado así como un “…inmenso favor hecho por este insigne patricio, bis­abuelo tuyo, á sus paisanos, desaguando las lagunas que cubrían este país, abriendo el ca­nal que lo fecunda, y desterrando las mortífe­ras fiebres que lo aniquilaban”.